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EDITORIAL

Cambiar las cosas

Hoy en día, se suele señalar lo local y lo comunitario como el territorio clave para cambiar las cosas. Precisamente, muchas de las problemáticas que afectan a las personas mayores en la actualidad [ ...]

15-05-2023

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Hoy en día, se suele señalar lo local y lo comunitario como el territorio clave para cambiar las cosas. Precisamente, muchas de las problemáticas que afectan a las personas mayores en la actualidad tienen solución aplicando los cambios adecuados en el entorno cercano: en la familia, nuestra red vecinal y social, el barrio, el pueblo, la ciudad... Piensen, por ejemplo, en fenómenos como el edadismo, que parte de prejuicios propios y ajenos, y cuyo remedio comienza por realizar los ajustes en nuestro ámbito más próximo. Sucede lo mismo con la soledad no deseada, en la que vuelve a cobrar especial importancia nuestro ecosistema social más íntimo, aquel que mira por nosotros y se ocupa –valga la redundancia– de que estemos ocupados y acompañados. 

Cuando hablamos de la falta de accesibilidad, hablamos de adaptar nuestro hogar y los espacios públicos: el ascensor, las aceras, nuestras calles… Y si mencionamos la escasez de servicios sociosanitarios, son los centros de día, las residencias o la ayuda a domicilio los recursos que vendrán a paliarla.

Teniendo en cuenta la situación, y viendo la importancia de las políticas de proximidad en nuestros días, las elecciones municipales y autonómicas del próximo 28 de mayo no parecen un asunto menor, ni siquiera comparándolas a las elecciones generales de finales de año. 

En España, muchas de las políticas sociales con impacto real en las personas mayores son competencia de los ayuntamientos, diputaciones y Gobiernos regionales. En ellos recae, por ejemplo, la responsabilidad de proporcionar los mencionados servicios sociales, que van desde el desempeño de un centro de día hasta el funcionamiento del transporte urbano. Son también las comunidades las que se encargan del buen rendimiento de nuestra atención sanitaria, las que apuestan más por servicios públicos o privados, y las que deciden con su gestión –para bien o para mal– qué tipo de atención primaria o especializada tenemos, cuántos profesionales hacen falta o cómo se implementa el nuevo modelo de cuidados. Son, una vez más, los consistorios y los Ejecutivos autonómicos los que inciden en la salud de sus ciudadanos a través de sus políticas e iniciativas de envejecimiento activo, de participación social y de formación y continuo aprendizaje. Y son, no nos olvidemos, los que deben velar por que se cumpla nuestro derecho a una vida digna y en igualdad de condiciones al resto de nuestros vecinos autonómicos.

En esta ocasión, serán 12 de las 17 regiones –todas a excepción de Castilla y León, Andalucía y las tres comunidades históricas– las que acudan a las urnas en un contexto especial, sobre todo, por su mayor significación política debido, precisamente, a la cercana convocatoria nacional.

Los resultados municipales y autonómicos pueden ser una avanzadilla de lo que sucederá más adelante en las nacionales: con la necesidad, como apuntan los diferentes sondeos, de pactar entre distintos partidos para logar la investidura de sus Gobiernos. 

Paradójicamente, en este equilibrio de fuerzas  –nunca mejor dicho–, serán decisivas de nuevo las formaciones locales y regionales, las que con sus escaños permitirán garantizar la gobernabilidad del bloque conservador o progresista, cada vez más y más alejados.

Y entonces, cuando verdaderamente se trate de cambiar las cosas, es cuando nos volveremos a acordar de cuestiones como el limbo en las ayudas a la dependencia o de la desigualdad en el acceso a recursos y servicios de las zonas rurales. Algunos pocos pensarán también en la falta de atención a las necesidades específicas de las personas mayores, en general, o de aquellas más vulnerables pertenecientes al colectivo LGTBI+ y cuyos centros y residencias del país ignoran o invisibilizan. 

Seguro que les viene a la mente, además, la estigmatización y discriminación que sufren los senior, a los que limitan sus oportunidades por razones de edad, como reflejan, por ejemplo, las altas tasas de paro en los mayores de 55 años, o su exclusión social tras la jubilación; y apostaría a que tienen presente también otras cuestiones capitales como la brecha digital o mundanas (pero importantes) como la falta de oferta cultural, de ocio y deportiva específica para mayores, fundamentales en la salud física y mental de cualquier persona. 

Para cambiar las cosas, entonces, haríamos bien en recordar que no hay nada más local y comunitario que nuestro voto, con el que señalamos errores, respaldamos quejas, reafirmamos principios y movemos sillones. 


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